Perdona, ¿has dicho potro?, vamos... ¿caballo? Pues sí. También fue mi reacción cuando me lo dijo la médico. Resulta que llevo anémica bastante tiempo, he estado tomando hierro y aunque algo he mejorado, sigo sin haberlo corregido; de modo que ahora tengo que comer potro dos veces a la semana.
El potro es un gran desconocido en nuestra gastronomía, en su mayor parte por prejuicios y es un gran error. Vale, cierto es que en cuanto a sabor no es comparable a un buen chuletón de buey, pero tiene un sabor similar a la carne de cerdo y sus propiedades son insuperable por las de cualquier otro animal: menos grasa y colesterol que el pavo, menos calorías que el pollo y más proteínas y hierro que todas ellas. En definitiva, no sé por qué los españoles no lo incluimos en nuestra dieta habitual.
Bueno, a ver si después de esto alguien se anima.
Ingredientes:

- 1 cebolla
- 1 zanahoria
- 1/2 calabacín
- 1 puerro
- 2 patatas
- Harina
- Aceite de oliva
- Sal, pimienta y especias al gusto (laurel, hinojo, tomillo...)
Elaboración:
Salpimentamos la carne, la pasamos por harina y la sellamos en un poco de aceite de oliva bien caliente. Sacamos, escurrimos en papel de cocina y reservamos.
Picamos la cebolla y el puerro (yo los he cortado en juliana y se notan demasiado, así que no lo recomiendo) y ponemos a pochar a fuego suave. Picamos también el calabacín y la zanahoria y los añadimos. Rehogamos 5 minutos más y añadimos la carne y las patatas en trozos grandes.
Echamos agua abundante (yo he usado 3 litros) y las especias y hervimos durante unos 40 minutos. Espolvoreamos con perejil, corregimos el punto de sal y ¡listo!
Pequeños consejos:
Mmm... ¿ninguno? Pues no. Así de fácil.
Al gusto:
Siempre se pueden echar fideos, arroz... vamos, lo que os apetezca, incluso macerar la carne con especias para que coja más sabor o añadir especias como romero, hinojo... al caldo.
Catástrofe de hoy:
Ninguna. Y es que el motivo de esta publicación no es la complicación del plato, sino presentaros una manera 'fácil' de comer potro. Y con 'fácil' me refiero a que si está más o menos camuflado, no tendréis tantos reparos a la hora de probarlo. Después comprobaréis que no es muy distinto a lo que hayáis comido hasta ahora. Así pues, ¡todos a comer potro!
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